If you have to ask, you don't deserve to know

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Location: Hermosillo, Mexico

Life insists on imposing itself like a bad house guest. I still look for meaning when most people around me are just trying to find the breaks. I'm attempting both and laughing so I don't cry. No one reads this sh*t.

Monday, February 20, 2023

Lola

 Creo que ella ya sabía. Desde que entramos al separo de PETCO a verlas a ella y a su hermanita, creo que ya sabía que su vida iba a ser corta. Creo que se sabía pequeña para su edad, que ya había sobrevivido la operación de esterilización pero lo que latía ya dentro no le iba a permitir mucho tiempo en este plano. Creo que sabía porque parecía querer comerse el mundo, jugaba a hacerse grande, jugaba como si jugar fuera lo más importante, lo único. Creo que sabía cuando vio a mi hijo, que el le daría la mejor oportunidad de vivir con amor, me vio a mi y supo que gastaría cantidades absurdas en todo lo que le podría dar la mayor oportunidad de tener tiempo de calidad. Creo que ella sabía y nosotros no teníamos forma de saber, pero nos lanzó el anzuelo y caímos en su pelito azul de chinchilla, su naricita chata perfectamente gris, su barriguita de pera madura. Nos atrapó, y ahora que sabemos podríamos sentirnos engañados por su inacabable energía y chispeante vivir, pero dejó más que sólo una lámpara descompuesta, un par de platos rotos y algo de atención residual a las tazas mal estacionadas con restos de lechita que a ella le encantaba limpiar. Nos dejó con un montón de recuerdos y la amarga certeza de que nadie más hubiera sido capaz de darle tanta vida. Seis meses nada más. 

Le di permiso a mi hijo de sentir todo lo que su mente y su corazón emitieron, dictámenes de profunda tristeza, coraje, decepción, culpa, vacío... y todo esto lo tuve que recibir y volear con su respectiva contramedida reguladora... está bien que sientas coraje, le dije, está bien que pienses que hubiera sido mejor no conocera, no tenerla. Está bien que pienses que tu suerte ha sido la peor porque tu la elegiste, tu decidiste hacerte cargo de ella, tu firmaste sus papeles. Pero no le guardes rencor. Ella te eligió porque sabía que le ibas a dar la mejor calidad de vida posible. 

Todos los especialistas que vimos, uno tras otro, cada uno acercandose más a la diana demoledora del diagnóstico fatal, nos decían que estaban asombrados de que estuviera aguantando tanto, que le habíamos prolongado la vida, que para su complexión, su edad, su tamaño... era casi milagroso. Y yo tuve que ver con ganas de disociarme cómo subía su oxigenación de 72 a 95 la última vez que su pequeña mano le hizo un cariño. Se seguía aferrando a esta vida para no fallarle. Pero el tomó la decisión más valiente de no someterla a sedación y un proceso incierto sólo para tenerla unos días más para su beneficio, sino dejarla libre, aunque lo destrozara por dentro.

Nos abrazamos en el sillón esa noche y contamos historias de cómo ella y la Mily ya están juntas, y viven las dos en un barco pirata que surca el mar. Y cazan ratoncitos en las alacenas y comen pescadito todos los días. Que de vez en cuando corren por los inmensos areneros de las playas turquesa y todos los marinos les perdonan que les rasguen las hamacas y les amasen las barrigas. Y por las noches se acurrucan y se dan cariño como la Bridget nunca les quiso dar por enfadosa y diva. Contando esto nos podemos reír un poco y paliar el dolor, y dormir. Y en los sueños vienen imágenes reconfortantes y fugaces que nos hacen despertar sin que el dolor punzante sea lo primero que nos viene a la cabeza. Con el tiempo el recuerdo dejará de doler todo el tiempo, las cosas volverán a entrar en perspectiva, llevaremos a nuestros otros gatos al médico con la esperanza de que no hayan sido contagiados. La vida seguirá.

Mi hija lidia sola con su dolor. Es más parecida a mi. Le pregunté esa noche si estaba bien y solo me respondió "ni modo que te diga que sí". Le ofrecí hablar si eso le ayudaría y solo dijo que no antes de encerrarse en su cuarto. Ella tiene la urna de Mily en su repisa, mi hijo tendrá a Lola. Y como me dijo alguna vez muy sabiamente alguien, no podemos dar amor pensando en su final. Quisiera poder quitarles esta experiencia a los dos, pero esto es parte de todo.

Saturday, February 04, 2023

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He punched my face in his sleep. Should I be concerned?

Wednesday, February 01, 2023

La peor parte

 Si, yo también estoy traumada con el más reciente episodio de The Last of Us (el 3).

Lidiar con el duelo es una de las cosas más inevitablemente difíciles por las que tendremos que pasar en vida. Y creo que lo que logró hacer muy bien el episodio fue retratar la cotidianeidad ante la inminente falta de alguien que interactuaba constantemente con ella.

La peor parte del duelo es llegar a casa y ver a los objetos obstinadamente manteniendo su posición, sin darse cuenta de que quien les daba vida y propósito ya no está. Se aferran a permanecer el cepillo, el plato, la ropa, el espejo, los bocadillos preferidos, el vaso de agua. Se empeña en seguir existiendo la canción preferida, las letras y los sonidos de las palabras que formaban el mote cariñoso. Y el aroma... el maldito aroma... pegado a absolutamente todo. El mayor dolor está en todo lo que permanece ante la ausencia de aquel calor familiar. Y eso nos incluye a nosotros mismos.

The winter of our discontent

 La vida va en ciclos. El orden supone repeticiones, cambios predecibles alrededor de los cuales podemos planear. Ahora todo está tan sistematizado que podemos predecir y planear días completos con el fin de protegernos de las inclemencias de la naturaleza. Se supone que si estudiamos nuestros biorritmos podemos predecir nuestra predisposición a ciertos humores en determinados días. Ojalá fuera cierto.

Cuando alguien con quien paso mucho tiempo a diario me cuestiona que la mitad de las canciones que programo en mi celular son de las más tristes que existen, me da por decir que quiero pintar con todos los colores de mi caja. Si se me entregó al nacer una caja con más de 100 tonos de emociones, yo puedo transponer eso a la sensación de abrir por primera vez una caja de 64 crayolas y ver todos los diferentes colores. Siempre era un ejercicio el elegir los más bonitos para que fueran los primeros de los que haríamos swatches en la última hoja del cuaderno. Pero luego el ejercicio era el contrario, elegir los más feos y hacer algunos trazos arrugando la nariz y riendo, haciendo algún sonido de desagrado. Pero siempre habría motivo para usar esos colores desafortunados en algún dibujo. Si eramos perspicaces con el tiempo nos dábamos cuenta que el contraste que aportaban estos colores a nuestros favoritos era apreciable y deseable. Yo quiero usar todos los colores de la caja, y aprender a abrillantar los bonitos con el contraste de los feos.

Ciclos, contrastes. Y luego está el avance, la evolución. El cambio, lo único tan cierto como la muerte. Vamos a cambiar o la vida nos va a cambiar, pero nadie puede permanecer estático. Tendemos al movimiento y no a la inercia. Y en esos ciclos y contrastes y cambios de repente un día nos despertamos y nos damos cuenta que ya estamos en proceso de duelo por lo que creíamos inamovible. Porque no podemos predecir el cambio propio, mucho menos el de otros, ni el de la dinámica que queremos manejar.

Pero si algo hay más triste que este ultraje de la incompasiva naturaleza humana, es encontrar en los escombros y ruinas de lo que creíamos, el objeto intacto de lo que pensábamos haber dejado atrás. Al quitarle el polvo le vemos perfectamente todos los matices decorativos, los contrastes de antaño, la delicada filigrana de los silencios que se quedaron más grabados que las palabras. Y es algo que solamente uno mismo puede apreciar. Nadie más lo va a entender, así que lo guardamos bajo la gabardina pesada de la memoria, sin atrevernos a echarle llave en el olvido.